
La piel del niño con atopia está alterada y no cumple adecuadamente su función de barrera. Por un lado permite la entrada de infecciones, alérgenos y sustancias irritantes del exterior y, por otro, no evita la salida de agua produciendo una piel seca. Por ello, la hidratación y la restauración de la barrera cutánea mediante emolientes es un paso muy importante tanto en el tratamiento de brotes agudos como para su prevención.