A lo largo de estas décadas la estructura de la piel cambia gradualmente:
Epidermis:
Se pierde la estructura ordenada de las diferentes capas de la epidermis: se crean menos células, y las que ya existían se contraen, por lo que la capa superior de la piel adelgaza. Esto puede provocar:
• Un aumento de la aspereza y sequedad.
• Zonas de hiperpigmentación (también conocidas como manchas causadas por la edad).
• Deterioro de la cicatrización de heridas e incremento del riesgo de infección cutánea.
Dermis:
Los tejidos conectivos en la capa media de la piel pierden su estructura fibrosa y su capacidad para fijar agua, y las fibras elásticas se degeneran, lo que resulta en una pérdida de resistencia y elasticidad, y la aparición de finas líneas y arrugas que, a medida que la piel madura, desembocan en arrugas profundas.
También se observa una disminución gradual del desarrollo de los vasos sanguíneos de la dermis. La dermis proporciona nutrientes a la epidermis, de manera que si no tienen una nutrición adecuada, ambas capas y las conexiones entre ellas se vuelven más delgadas y más planas, lo que resulta en una pérdida de la densidad y de la firmeza de la piel, común en las mujeres postmenopáusicas. La reducción del flujo sanguíneo también causa una pérdida de luminosidad. La piel puede parecer más apagada y pueden observarse algunos capilares rotos.